domingo, 13 de abril de 2008

JIS 8

No sé si mi actitud cambió, no sé si mi autoestima sufrió una repentina sobredosis de adrenalina, no sé si los astros se alinearon o si los dioses –los viejos dioses– hicieron lo suyo, solo sé que a partir de ese momento supe que mi destino empezaba a tejerse lejos, muy lejos, en un lugar que aún no me imaginaba.

La segunda reunión con los representantes del colegio en China fue con el jefe del que podría ser mi jefe, un señor mayor, tradicional, que hizo preguntas tradicionales. Me llamó la atención que fuéramos interrumpidos dos veces por cuestiones burocráticas, y aunque la muchacha que tocó la puerta se aproximaba a una tentación, me mantuve impasible. No sé qué pudo ser, pero percibía que quien iba a ser mi director (el que me dijo “a las dos nos vemos” el viernes) sí quería contratarme mientras que su jefe (el superintendente) no se hallaba muy convencido. Todo terminó con un siempre amable “antes de las cinco de la tarde te dejaremos un mensaje en tu folder”.

A pesar de que la entrevista con China (“gran colegio, gran oportunidad”) no había sido muy esperanzadora, me sentía relajado, tenía una oferta en el bolsillo y eso me llenaba de tranquilidad y de calma. Bajé a “nuestro lugar” y me puse a conversar con Jessica mientras esperábamos a Marc para ir a comernos algo; él llegó después de una hora y enrumbamos a la cafetería. Antes, por consejo de la bella, fuimos a ver si teníamos correspondencia. ¿Me habrían escrito los de China? No me sorprendió no hallar nada de ellos y, en cambio, encontré un mensaje de Indonesia que me halló desprevenido. Me pedían que me comunicara “apenas pudiera”, así que los llamé. “Nos encantaría verte de nuevo”, me dijo Joseph y le dije “genial, puedo en este momento”. Me pidió media hora “para terminar con una entrevista” y me citó “a las 14:30”. Dejé ir a Jessica y a Marc, mi almuerzo tendría que esperar.

Esa media hora pasó con la lentitud de una procesión y yo, cual fiera enjaulada (y hambrienta), iba y venía por los corredores. Cuando llegó el momento me encaminé al ascensor y pasé por el salón de los reclutadores donde Philip almorzaba lo que me pareció que era una ensalada de frutas. Lo saludé y le dije, “hola, jefe, me voy a una segunda entrevista con los de Indonesia”, “lo sé”, me dijo, “he conversando con ellos”, “¿y eso es bueno?”, pregunté intrigado, “ya lo veremos”, respondió el inglés con el tono flemático que lo caracteriza, “después me cuentas”.

Subí con más curiosidad (con más impaciencia y más hambre), y esperé. Como a las dos y cuarenta se abrió la puerta, salió una señora que tenía ese aspecto eternamente joven de las maestras de primaria que, hecha toda ella una sonrisa, se despedía de Joseph y David. Ellos correspondieron la despedida amable y parcamente mientras me saludaban, me hacían pasar y se disculpaban por la demora. Aún no me había acomodado bien en el sillón cuando David disparó: “en realidad el propósito de esta segunda reunión es ofrecerte un puesto en Jakarta”. Supongo que el desconcierto se apoderó de mi cara pero, antes de que pudiera pronunciar palabra, Joseph habló y me explicó, en veinte minutos, cuál era la oferta laboral que me estaban haciendo, me habló de los beneficios, las exigencias, las necesidades y los retos de la posición, y agregó “estamos convencidos de que tú eres la persona indicada”. Algo que me dio mucha alegría fue saber que, más allá de mis papeles o de mi currículum, lo que los había decidido a proponerme el trabajo fueron “tus referencias, no solo las de los padres de familia, que hablan muy bien de tu relación con los alumnos, sino las de tus jefes, con quienes acabamos de conversar largamente”. Me dijeron que no querían que tomara una decisión apresurada y me preguntaron “¿cuándo crees que puedas darnos una respuesta?”; yo, que detesto irme a dormir con incertidumbres (nunca se sabe si amaneceremos mañana), les respondí: “antes de que termine el día”.

Bajé, sin recuperarme aún del asombro, a nuestros “cuarteles generales”. Mis amigos ya habían regresado de comerse una hamburguesa y empezamos con el recuento de los acontecimientos. Jessica tenía ya como cuatro ofertas de trabajo, Marc tenía una que no le convencía y estaba aguardando dos que aparecían como muy atractivas. Por su parte, Gail había recibido dos propuestas, una que no la entusiasmaba demasiado y otra que le encantaba pero cuyo paquete económico era menos atractivo. Si hacía veinticuatro horas nos atormentaba saber si íbamos a obtener siquiera una oferta, ahora las dudas hamletianas radicaban en cuál aceptar.

Como Sally lo había anunciado, las cosas se movieron con rapidez ese día, no eran ni las tres y treinta de la tarde cuando aparecieron los famosos cartelitos pegados en las puertas: “mi compañero de habitación ya consiguió trabajo y se fue de Boston, si alguien quiere compartir dormitorio para bajar los gastos, llámeme a…”.

“Lo difícil comienza cuando tienes que decidir”, había dicho Sally, y no le faltaba razón. Empezamos a comparar países, ofertas, posibilidades y, en la conversación, Marc dijo “yo no iría a ningún lugar donde deba compartir mi departamento con otras personas, no es que no sea demasiado exquisito, es que ya estoy muy viejo para eso, ¿qué pasa si al otro le gusta la música que detestas o si tiene otras costumbres o si es desordenado?”. Yo no había pensado en eso, pero lo que decía era muy cierto. Como Marc, tengo mis años recorridos, mis manías, mis costumbres y ya suficiente cambio es vivir en un país lejano donde hablan otro idioma, rodeado de compañeros de trabajo que tampoco hablan tu idioma (lo dije en cada entrevista “sé que seré un expatriado aún entre los expatriados, pero me gusta el reto y mejoraré mi inglés”).

Dispuestos a encontrar “la mejor entre todas las ofertas” revisamos las condiciones generales de cada colegio que nos había propuesto trabajo o que creíamos que podría hacerlo (en mi caso, China seguía pendiente y me quedaban aún entrevistas con Rumanía y Corea, dos cartas sin jugar que se mostraban interesantes, sobre todo aquella que me permitiría irme a vivir a la vieja Europa, ese lugar que dejaron hace tantos siglos algunos de los de mi sangre). Nos servimos de todas las herramientas puestas a nuestra disposición, revistas, encartes, folletos, propaganda, páginas web y, sobre todo, del programa que tiene la asociación. Es un sistema muy útil, así como les permite a los reclutadores tener la información básica de los postulantes, de la misma manera, les ofrece a los profesores un resumen bastante claro de los paquetes laborales que cada institución ofrece, lo que hace sencilla la investigación.

“Lo que ofrecen es lo que ofrecen”, dijo Jessica cuando en algún momento comenté que a lo mejor lo que estaba escrito en la página era más referencial que real, “recuerda que son contratos estándares, es difícil que una empresa cambie su política por ti” Entonces me acordé de Eddie (por quien estaba en medio de todo esto), él ya me había explicado que, “salvo un interés o una necesidad especial del parte del colegio”, lo que ofrecían era lo que daban y que el margen de negociación era muy limitado. “Los gringos no son como los latinos que se guardan cartas bajo la manga a ver cuánto pides y cuánto pueden ahorrarse, ellos tienen un tarifario y se apegan a él, para bien o para mal”, y era verdad, el “regateo”, esa maravillosa costumbre latina que implica que el vendedor le suba el precio al producto solo para darle al comprador el gusto de “bajarle” el costo, es algo que pocas veces he visto en Norteamérica, donde no faltan “ofertas” y “remates” pero que no dependen de la habilidad de negociación del cliente sino de la voluntad (o necesidad) de la empresa. Así es, el famoso –y a veces odioso– “take it or leave it” de los gringos también aplica para los contratos internacionales.

Mientras inspeccionábamos todas las propuestas Marc encontró el encarte de un colegio que ya lo había entrevistado y que él descartó, “sí, ayer me entrevisté con este colegio que queda en los Emiratos y me lo dijeron, en el Medio Oriente es restringida la oferta de vivienda, por eso los que van solos comparten departamento”. Me pasó el documento y busqué en todas las páginas esa información y hallé que tenía razón. Claramente se leía en el apartado titulado “alojamiento”: “El colegio ofrece un departamento para los matrimonios y un departamento para cada dos profesores que viajen solos, con habitación y baño individual”, pensándolo bien no era tan grave –“baño individual” –, pero ya era un punto débil a tomar en cuenta.

Supongo que cuando uno tiene dieciocho años es fascinante la idea de vivir en un departamento con tus amigos pero, veinte años después, pesan otras consideraciones. La casa es el rincón que uno tiene para hallarse después de una jornada de trabajo, para recomponerse, para encontrar paz y descanso, no importa que sea una mansión o que ocupe solo treinta metros cuadrados, importa que tengas un espacio “tuyo” para recibir a tus amigos o disfrutar de tu soledad, para escuchar música o leer en silencio, para gozar mental, física –y hasta digestivamente– de esa privacidad y de esa intimidad que nos permiten rehacernos, completarnos y ser seres sociables la mayor parte del tiempo.

“Esto es una feria”, completó Marc, “ellos vienen a escoger a los profesores que más les gustan y nosotros también aceptamos la mejor oferta, que te quede claro”; la pragmática visión de mi nuevo amigo de larga cola de caballo, me dejó pensando...

5 comentarios:

Anónimo dijo...

Bien sabía yo que ese "antes de que termine el día" me depararía aún más deleites. Estoy contigo, Pepe, en aventura por entregas que disfruto como un niño zangolotino. Va un nuevo abrazo. Juanma.

José Luis Mejía dijo...

Mi querido Juanma, gracias por seguirme tan pacientemente en estas peripecias. Ya está al terminar la serie "JIS" y espero seguir con algunas crónicas sobre México antes de mi partida. Estoy pensando seriemante en una especie de "novela por entregas" a través del blog, ¿qué opinas?
Grandes abrazos y espero que el destino me permita pasar unos días por España "más temprano que tarde".
Siempre,
JL

George dijo...

wh, mira tu... y adonde piensas irte.. seguirás esperando china??

José Luis Mejía dijo...

China se presentaba como una posibilidad muy interesante, sin embargo, es sorprendente las vueltas que dala existencia humana.
Saludos,
JL

Anónimo dijo...

ESCRIBES PESIMO Y TE SIENTES INGENIOSO, TUS CRONICAS SON PESADAS Y ABURRIDAS, LLENAS DE PSEUDO-GIROS PSEUDO-GRACIOSOS. POR FAVOR NO HAGAS TU DIZQUE NOVELA POR ENTREGAS,