domingo, 20 de abril de 2008

JIS 9

Como bien decía Borges, “la solución del misterio es siempre inferior al misterio”, por ende, seré breve.

Me dirigí al ascensor para acudir a mi octava cita, esta vez con un colegio en Rumanía (cuya ubicación me emocionaba pero cuya labor –con niños de cuatro a ocho años– me llenaba de espanto). Mientras esperaba, me encontré nuevamente con Philip, “¿y?”, me preguntó. Le conté que tenía dos ofertas “firmes”, Emiratos e Indonesia, le pedí consejo. “Emiratos es muy buen lugar para trabajar pero Indonesia es extraordinario, es una de las escuelas más prestigiosas, sus profesores son tan codiciados que dicen que después de trabajar en Jakarta puedes irte a trabajar a donde quieras”. “Sí, –respondí distraídamente, mareado en mis propias divagaciones, sin reparar demasiado en lo que me decía– lo estoy pensando.” “¿Lo estás pensando?”, retrucó sorprendido, sin ese tonito irónico y burlón que lo caracteriza; algo sucedía… “¡Después de que he hablado con ellos por una hora!”. Lo miré y entendí. “Ese dato me faltaba”, dije y él no comprendió nada. Pronuncié “gracias” y me fui, iluminado.

Con Rumanía fue una amable conversación sobre… Emiratos e Indonesia. Tammy, una encantadora y hermosa mujer en la última recta de su cuarentena, me recibió con mucho entusiasmo aunque de inmediato vio en mi rostro eso que solo las mujeres que son madres pueden ver y me preguntó: “¿ya tienes ofertas que te interesan, no?”. La miré arrepentido y culpable, ella sonrió. Le dije que sí y coincidimos en que, con dos propuestas para enseñar en secundaria, la posición que ella tenía, en primaria, no era la ideal, “si te di una cita aunque no tienes experiencia con niños, fue por tus libros infantiles y tus recomendaciones, me gustaron”. De allí en más me contó de sus vivencias tanto en Medio Oriente como en Asia; tenía ya más de veinte años en el circuito de colegios internacionales. Me habló de ventajas y desventajas, de costumbres y tradiciones y, como si se tratara de una vieja amiga, me dedicó media hora de su tiempo (que en esas circunstancias es crucial) dándome todos los consejos imaginables para hacer más llevadera mi próxima vida de profesor expatriado.

Lo que vino después fue un trámite, un paseo por el hotel.

Primero, a Corea, a decirle a la amable señora que allí me esperaba, que declinaba la cita que tan gentilmente me dio porque “ya he aceptado una oferta de trabajo”; luego, a Indonesia, a decirles “sí” (sonrisas, estrechadas de manos, abrazos, congratulaciones, bienvenidas, “por ahora no hay nada que firmar, nos basta con tu palabra, mañana te llegará un correo haciéndote un ofrecimiento formal, sólo tienes que responderlo y el proceso comenzará”), y, finalmente, a Emiratos.

Alan me saludó con esa amabilidad tan natural, con ese gesto tan humano, que es imposible que sea impostado. Recibió el “no, gracias” con la misma calma con la que habla y me dijo “así es este negocio, no te preocupes”. Me preguntó por el nuevo trabajo, en dónde era, qué tan buenas eran las condiciones y, después de escucharme narrarle toda la historia, reflexionó: “es difícil competir con esa oferta, si yo estuviera en tu posición hubiera tomado la misma decisión”. Nos despedimos como dos amigos que se frecuentan (y algo me dice que volveré a verlo).

Todo lo demás era previsible; las congratulaciones, las risas, los saludos, los buenos augurios, la camaradería entre los extraños que allí nos reunimos ese fin de semana. Hablé con Sally, quien recibió feliz la noticia, como si de un hijo suyo se tratara, hablé con Philip y con Carol que celebraron la nueva y me felicitaron.

Era sábado en la noche y la feria terminaba para mí.

Marc aceptó un puesto en Tailandia (así que nos veremos), Jessica se nos marcha a Polonia (que eligió entre media docena de muy buenas ofertas), Gail irá a explorar el Medio Oriente en una escuela en Dubai y Maki decidió permanecer un año más en México. De los otros supe que Judy optó por Brasil y que Randall andaba persiguiendo la posición en Argentina. A la interesante cubana, no la vi más.

El domingo en la mañana partí rumbo al aeropuerto. Aún les debo una larga visita a Nicolás y a Paco, a Simón y a Varún, a Stephanie y a Caterina, mis ex alumnos, mis amigos ahora, que tan bien me recibieron y con quienes pasé esas noches comiendo hamburguesas y conversando interminablemente, con tanta calidez que el feroz frío de Boston pareció deshacerse.

Ahora estoy acá, en este Distrito Federal que luce más soleado desde que sé que me voy, como si me dijera “quédate”, como si sus calles me invitaran a seguir recorriéndolas, como si sus cafés me ofrecieran un último capuchino, como si el metro prometiera llevarme por nuevas rutas a nuevas estaciones y nuevos destinos, como si fuera posible hacerme una vida acá, rehacerme, completarme, hallar la extraviada ruta de mí mismo. Pero ya lo dijo César, “la suerte está echada”, y me lanzo a este nuevo reto entusiasmado y curioso, como el niño que fui, como el niño que soy –a veces– cuando llueve en las tardes, cuando sonríe una mujer, cuando canta un pájaro, cuando llora un hombre, cuando el sol y la luna se ven a un mismo tiempo. Me figuro ya entrando a mi nuevo salón con la misma emoción con la que ingresé a mi primera clase; María Gracia, mi primera ex alumna, a quien hace tanto quiero, no me dejará mentir.

Las naves arden en la orilla, el pasado es un montón de recuerdos (a veces cálidos, a veces crueles, pero indispensables) y no soy de los que se detienen a esperar que la salvación o la muerte vengan del cielo. Sigo andando y, si los viejos dioses quieren, el próximo veinticinco de julio pisaré, aún con treinta y ocho años, Jakarta, Indonesia, Asia; y empezaré, una vez más, otra jornada.

6 comentarios:

George dijo...

ah, qué mostro... yo también quiero ser profe... jejeje...

mmm... una vez lo fui, de niños que terminaban la primaria y se preperaban para la secundaria....

entonces, que tengas muchos éxitos !!!!!!!!

José Luis Mejía dijo...

Gracias, George, gracias por seguirme semanalmente en mis divagaciones y anécdotas. Ya veremos cómo van las cosas en asia, pero eso será aún en unos meses, meintras, si me dan las fuerzas, seguiré hablando un poco de México. Saludos,
JL

Anónimo dijo...

ESCRIBES PESIMO Y TE SIENTES INGENIOSO, TUS CRONICAS SON PESADAS Y ABURRIDAS, LLENAS DE PSEUDO-GIROS PSEUDO-GRACIOSOS.

José Luis Mejía dijo...

Me dan gracia los cobardes
que tras el anonimato
disparan un garabato
oscuro como sus tardes.
Llenos de fintas y alardes
-y también llenos de miedo-,
esconden muy pronto el dedo
después de lanzar la piedra.
Hablar del chacal que medra,
en verdad, me importa un bledo.

Anónimo dijo...

NADA TE QUITA LO MAL ESCRITOR, IGUAL

José Luis Mejía dijo...

Gracias por el comentario,
cualquiera sea tu nombre,
seas mujer, seas hombre,
ambivalente o contrario.
Disfruta del escenario
escribe con libertad,
si acaso hay sinceridad
en tus palabras, mil gracias,
y si te sobran falacias,
gracias por la voluntad.